El papa Francisco hizo una llamada a "la redistribución legítima de los beneficios económicos" argumentando que la Biblia exige un sistema económico que se ocupe de "los más pobres y los más excluidos".
El comentario fue hecho el viernes en una reunión de los líderes de los organismos de las Naciones Unidas, encabezada por el secretario general de la organización, Ban Ki-Moon, informa Vatican Radio. Al reflexionar sobre los futuros objetivos de la ONU para el desarrollo sostenible, el primer papa latinoamericano pidió a los presentes que se resistan a participar en "una economía de exclusión" y que se esfuercen por tener "un impacto real en las causas estructurales de la pobreza y el hambre".
De argumento le sirvió la historia bíblica de Zaqueo, un rico y probablemente corrupto publicano (entre los romanos, un recaudador de impuestos) que cambió drásticamente su actitud económica tras encontrarse con Jesucristo. Según el Evangelio de Lucas, Zaqueo, vencido por la bondad de Cristo, prometió dar la mitad de sus bienes a los pobres y devolver a todos los que había defraudado una cantidad de dinero cuatro veces mayor.
"Zaqueo tomó una decisión radical de partición y justicia, porque su conciencia se había despertado por la mirada de Jesús. Este mismo espíritu debería estar al principio y final de toda actividad política y económica", comentó el pontífice.
Texto completo en: http://actualidad.rt.com/sociedad/view/127632-francisco-biblia-redistribucion-riqueza
Teología de la Liberación
Un espacio para acercarse a la obra de los seguidores de cristo en el proceso de construcción de una cultura religiosa soberana y liberadora
viernes, 9 de mayo de 2014
Chomsky: "EE.UU. asesinaba a los seguidores del Evangelio en América Latina"
Durante décadas EE.UU. libró una guerra contra los católicos que seguían las enseñanzas que ahora predica el papa Francisco. Eso afectó profundamente a los religiosos y la situación política en Latinoamérica, afirma el filósofo político Noam Chomsky.
El analista internacional ha destacado en su entrevista con el activista para la justicia social Abel Collins, recogida en el portal The Raw Story, que la restauración del Evangelio a la Iglesia católica en el Concilio del Vaticano del 1962 tuvo efectos profundos en los líderes religiosos de América Latina.
Según Chomsky, en aquella época en Latinoamérica sacerdotes y laicos formaban grupos junto con campesinos para leer el Evangelio y animarlos a exigir más derechos a las dictaduras militares de la región, algo que pronto se convirtió en la corriente llamada 'teología de la liberación', que une la visión espiritual del cristianismo con las teorías económicas del marxismo y otras ideologías sociales.
"El Evangelio es un texto radical, es básicamente un pacifismo radical con una opción preferencial por los pobres", explica el filósofo. Según Chomsky, en aquella época en Latinoamérica sacerdotes y laicos formaban grupos junto con campesinos para leer el Evangelio y animarlos a exigir más derechos a las dictaduras militares de la región, algo que pronto se convirtió en la corriente llamada 'teología de la liberación', que une la visión espiritual del cristianismo con las teorías económicas del marxismo y otras ideologías sociales.
Los practicantes de la teología de la liberación, por su parte, según el analista, fueron martirizados sistemáticamente durante más de 20 años por fuerzas respaldadas por Washington para evitar que en los países latinoamericanos se instalaran en el poder Gobiernos socialistas que buscaran beneficiar a sus propios pueblos en lugar de satisfacer los intereses estadounidenses.
"EE.UU. lanzó una guerra amarga, brutal y violenta contra la Iglesia", dijo Chomsky.
El analista añade que EE.UU. apoyó el "derrocamiento de los Gobiernos y la institución de las dictaduras", como parte de una guerra que terminó en 1989 con el asesinato de seis jesuitas y dos mujeres en la Universidad Centroamericana por parte de las tropas salvadoreñas.
Chomsky asegura que esas tropas habían recibido entrenamiento en la Escuela de las Américas, fundada en Panamá como instrumento para preparar a las naciones latinoamericanas para cooperar con EE.UU., y actuaban bajo las órdenes oficiales del comando salvadoreño, relacionado con la embajada estadounidense.
De acuerdo con las declaraciones de Chomsky, el propio Gobierno estadounidense acepta que la Escuela de las Américas entrenó a los oficiales asesinos latinoamericanos y que el Ejército de EE.UU. colaboró significativamente a derrocar la teología de la liberación.
No obstante, poco después de su elección como pontífice, el jesuita argentino Francisco hizo el gesto simbólico de volver a aceptar a la teología de la liberación en el seno de la Iglesia después años de condenas de sus aspiraciones políticas por parte de los papas Juan Pablo II y Benedicto XVI.
Su reciente 'Evangelii Gadium' -o la 'La alegría del Evangelio'- fue considerado por muchos como un ataque contra el capitalismo y la economía del mercado libre, pero Chomsky ha señalado que hasta el momento las palabras del Papa aún no han sido puestas en acción.
"Me alegra que el tono haya cambiado y que se hable más de la justicia social, pero tenemos que ver si esto se lleva a la práctica", confesó Chomsky.
Texto completo en: http://actualidad.rt.com/actualidad/view/114192-chomsky-eeuu-asesinar-evangelio-america-latina
Texto completo en: http://actualidad.rt.com/actualidad/view/114192-chomsky-eeuu-asesinar-evangelio-america-latina
martes, 12 de noviembre de 2013
JESÚS Y LA POLÍTICA por Carlos Mujica
La relación entre fe cristiana y compromiso político
es el tema número uno de la reflexión teológica contemporánea. Por eso no
resulta demasiado sorprendente que Oscar Cullmann (1902 1999), uno de los más importantes
teólogos del protestantismo actual, considerando por católicos, protestantes y
judíos sin distinción como el mejor exégeta tal vez, que hay hoy del Nuevo
Testamento, se ocupe de la relación que existió entre el Jesús histórico y los
revolucionarios de su tiempo.Es cierto que en los países llamados desarrollados, que con más precisión desde el Tercer Mundo son señalados corno subdesarrollantes, la problemática
teológica es mucho más conflictiva ya que se cuestiona la esencia misma del mensaje revelado. Como decía un gran teólogo' "allí la mordedura llegó hasta el hueso". Se cuestiona no sólo la legítima pretensión de la Iglesia de ser la sucesora de los apóstoles, sino la misma divinidad de Cristo, a quien se pretende presentar como el prototipo del hombre para dos demás, pero no necesariamente como el Hijo de Dios. Al reducir a Cristo a una dimensión meramente humana, presentándolo como el hombre que llegó al fondo en la capacidad de amar, en la entrega a los hombres a través de su máxima manifestación, dando la vida por ellos, se dinamita el dogma básico de la fe cristiana: la Resurrección.
teológica es mucho más conflictiva ya que se cuestiona la esencia misma del mensaje revelado. Como decía un gran teólogo' "allí la mordedura llegó hasta el hueso". Se cuestiona no sólo la legítima pretensión de la Iglesia de ser la sucesora de los apóstoles, sino la misma divinidad de Cristo, a quien se pretende presentar como el prototipo del hombre para dos demás, pero no necesariamente como el Hijo de Dios. Al reducir a Cristo a una dimensión meramente humana, presentándolo como el hombre que llegó al fondo en la capacidad de amar, en la entrega a los hombres a través de su máxima manifestación, dando la vida por ellos, se dinamita el dogma básico de la fe cristiana: la Resurrección.
Nadie ignora que a partir del Concilio Vaticano II,
que con su histórica Constitución Pastoral Gaudium et Spes (La Iglesia en el
Mundo Contemporáneo, 1964 y, sobre todo, con la Encíclica Populorum Progressio
(1966) de Pablo VI, el tema de la relación entre la fe y el compromiso político
es el que ha absorbido la atención de los teólogos y pensadores cristianos. Y
el proceso se ha ido acentuando cada vez más. Basta a hojear la revista
Concilium, que reúne a los más importantes teólogos renovadores europeos y
comienza a darle amplia cabida al tema en sus páginas.
San Pablo enseña: "Si Cristo no resucitó, los
cristianos somos los hombres más estúpidos de la tierra". Y tiene razón si
Cristo no resucitó, no hay salida para los ciegos, paralíticos y
esquizofrénicos de este mundo, por más revoluciones sociales que se propugnen.
El marxismo, pienso yo, encuentra su límite más terrible en el pasado. No hay
salida trascendente para los que ya murieron. Para el cristianismo, la muerte
no existe. Para el cristiano no hay más que una sola vida, pero que tiene tres
instancias: la histórica que podemos llamar vida uterina, luego viene el parto
que es la muerte, para acceder finalmente a la vida plenamente creadora: la
vida eterna, que supone entrar a compartir la existencia tremendamente fecunda
y gozosa de Dios. Es entrar, por decir así a crear desde Dios, nuevos mundos. Y
precisamente, por ser totalmente creadora, la existencia se vuelve totalmente
dichosa.
No obstante esta preocupación constante por salvar el
basamento mismo de la fe cristiana los teólogos europeos comienzan a
reflexionar sobre el tema religión y política porque muchos jóvenes, hoy, en
Europa, entran en crisis de fe al sentir que el modo de presentación del mensaje
cristiano y el rol que desempeña la Iglesia aparecen como sustentadores de una
sociedad que agoniza del orden establecido, al que Helder Cámara (1909 1999) llama el
“desorden establecido”.
Helder Cámara Fuente |
Sin duda que a nivel cristiano fue decisiva en este
punto la toma de posición del Magisterio de la Iglesia y sobre todo, de Pablo
VI. En la Constitución Pastoral la Iglesia en el Mundo Contemporáneo, el
Concilio exhorta a los cristianos a comprometerse en la creación de una
sociedad nueva y a ampliar el campo del compromiso solidario al mundo entero.
La encíclica Populorum Progressio precisa más el campo de atención y de acción.
Es la Carta fundamental del Tercer Mundo desde la perspectiva católica. No
basta ya luchar para que desaparezcan los individuos ricos y pobres, sino que
se trata de acabar con los países ricos y los países pobres. No se trata de que
los pueblos ricos ayuden a los pueblos pobres sino de que los pobres dejen de
ser pobres. Realizar una acción que signifique a nivel de pueblos lo que Helder
Cámara quiere para el campesino miserable del Nordeste brasileño: "ayudar
al hombre a ponerse de pie". No se trata de "pararlo"
paternalísticamente sino de ayudarlo a ayudarse. Aceptar el surgimiento
original o inédito de los pueblos del Tercer Mundo. Claro que este planteo de
Pablo VI parece ingenuo. Porque para que surjan los pueblos nuevos los países
dominantes deben renunciar a sus apetitos imperiales.
Esta necesidad de atender a las crisis internas de las
Iglesias que corrían el riesgo de desaparecer con el cambio generacional, es la
que en última instancia ha obligado a los teólogos europeos a mirar más allá de
sus narices y advertir que existe un Tercer Mundo. No hay duda de que Pablo VI,
con su ejemplo, ha contribuido a empujarlos. Por eso no sorprende demasiado hoy
que Cullmann, el gran exégeta protestante contemporáneo, amigo personal de
Pablo VI y observador en el Concilio Vaticano II, se ocupe de la relación entre
fe y militancia política. Es la primera vez que lo hace, ya que hasta ahora
sólo le preocupó la relación entre fe e historia desde una perspectiva más
distante. Pero es indudable que él mismo ha contribuido a este
"aterrizaje" de la
teología católica y protestante actual. Con su Cristo y el tiempo, Cullmann fue uno de los pioneros de este siglo en señalar el sentido evolutivo de la formulación de la fe y la relación entre revelación e historia humana, mostrando que Dios no sólo se revela a través del mensaje bíblico sino también a través de la historia humana, a través de lo que Juan XXIII llamará después “los signos de los tiempos". Por eso es que hoy son muchos los teólogos que afirman que Dios se revela ante todo y principalmente a través de la Biblia pero que también lo hace a otro nivel, ciertamente, para los católicos, a través del Corán, Marx, Freud o Einstein. El Cardenal Bea, hablando a cristianos, protestantes y musulmanes, les decía: "Te hemos que compartir la porción de verdad que hay en cada una de nuestras religiones para acercarnos más al Dios que todos amamos". Y Pablo VI, en su discurso a los observadores del Concilio (Cullmann, entre ellos), dirá: "Ustedes (protestantes, ortodoxos) y nosotros (católicos) estamos en un mismo camino, y vamos hacia una novedad que debe ser engendrada".
teología católica y protestante actual. Con su Cristo y el tiempo, Cullmann fue uno de los pioneros de este siglo en señalar el sentido evolutivo de la formulación de la fe y la relación entre revelación e historia humana, mostrando que Dios no sólo se revela a través del mensaje bíblico sino también a través de la historia humana, a través de lo que Juan XXIII llamará después “los signos de los tiempos". Por eso es que hoy son muchos los teólogos que afirman que Dios se revela ante todo y principalmente a través de la Biblia pero que también lo hace a otro nivel, ciertamente, para los católicos, a través del Corán, Marx, Freud o Einstein. El Cardenal Bea, hablando a cristianos, protestantes y musulmanes, les decía: "Te hemos que compartir la porción de verdad que hay en cada una de nuestras religiones para acercarnos más al Dios que todos amamos". Y Pablo VI, en su discurso a los observadores del Concilio (Cullmann, entre ellos), dirá: "Ustedes (protestantes, ortodoxos) y nosotros (católicos) estamos en un mismo camino, y vamos hacia una novedad que debe ser engendrada".
Esto no significa que la Iglesia Católica renuncie a
nada de lo que constituye su esencia, sino al contrario, que explicite su
esencia, que explicite todas las virtualidades que contiene en su seno.
El acto académico de la inauguración de los cursos de
1969 de la Facultad libre de Teología protestante de París fue la ocasión para
que Cullmann, a través de su trabajo Jesús
y los revolucionarios de su tiempo Incursionara por primera vez en el campo
de la teología política. Es una obra breve, concisa, de 87 páginas, en la que
Cullmann nos propone desde el Evangelio, y con el rigor histórico que el tema
exige, las bases para reflexionar sobre la relación entre la fe y el compromiso
político. Lo que le preocupa a Cullmann en primer lugar es cuál fue la actitud
concreta de Jesús, qué fue lo que El hizo y dijo en relación al poder de su
tiempo, cómo se situó el Jesús histórico frente a los factores de poder que hoy
tiene que encarar un cristiano. Ciertamente que, en el mundo en que se movía
Jesús ─la sociedad geográfica de Israel, donde lo religioso y
lo político aparecían íntimamente fusionados─el problema era más grave y difícil. Cullmann
demuestra que Jesús de Nazaret no puede ser encuadrado en ninguno de dos
principales movimientos de su tiempo. Su obediencia radical a la voluntad
divina, que se asienta en su íntima comunión con Dios, y en la espera de su
Reino y su justicia, no se acomoda ni a la perspectiva de los grupos que
defendían el orden establecido en Palestina, ni a la de los que combatían por
la violencia. Al analizar el comportamiento histórico de Jesús, Cullmann, no
niega la necesidad que hoy experimenta un cristiano acerca de cómo situarse
frente a las distintas manifestaciones del poder; sostiene que el resultado del
análisis histórico debe crear en el cristiano la base que le permita plantear
correctamente el problema, eludiendo simplificaciones reducidoras, fruto de
posiciones ideológicas dogmáticas que conducen a un Cristo pacifista a outrance
o a un Cristo guerrillero.
Es importante señalar que, para un cristiano, el Jesús
histórico es un punto de referencia fundamental para reflexionar sobre la
validez de su compromiso, pero sin olvidar nunca que Cristo sigue hoy vivo y
actuante a través de la historia, a través de su Espíritu, que se expresa
particularmente ‑para los católicos‑ por el Magisterio de la Iglesia.
Ubicando a Jesús en su tiempo, lo encontramos
enfrentado a un movimiento de resistencia religiosa y política: el movimiento
zelota. Los zelotes luchan por medio de la violencia contra la autoridad
establecida, en la que ven la expresión del paganismo e imperialismo romanos,
opuestos a su religión monoteísta y a su libertad como pueblo. Cuando Jesús entra
en la vida pública, el problema número uno de Palestina es la resistencia al
invasor romano, problema religioso y político a la vez.
Hoy en día, en que tanto se habla de teología de la
revolución, se corre el riesgo de hacer de Jesús pura y simplemente un rebelde
zelota. Cullmann afirma que esto se explica, dado que la condenación jurídica
de Jesús no es decretada por los judíos sino por los romanos. que sólo se
preocupaban de la actitud política de la gente. Esto es demostrado por Cullmann
de manera indudable dable, sobre todo cuando señala que Jesús fue ejecutado al
modo romano, es decir, mediante la crucifixión, y no como la pena de muerte
judía, que era la lapidación.
Además, la inscripción sobre la cruz, “Jesús, rey de
los judíos”, aludía claramente a la razón política de la ejecución: éste
pretende ser Rey, por lo tanto, sustituir al César.
Para poder ubicar bien a Jesús en su contexto
histórico y percibir la originalidad de su vida y su mensaje, es indispensable
advertir ‑como lo muestra Cullmann‑ que en los evangelios hay dos categorías de
textos, que aluden a palabras y gestos de Jesús: 1) por un lado, los que
aproximan a Jesús al zelotismo: a) los que se refieren a la aproximación
creciente de Jesús a las masas, b) sus crueles ironías hacia los gobernantes,
c) el tener entre sus discípulos a tres antiguos zelotas: Simón el Zelota,
Simón Pedro y Judas Iscariote; d) su condenación por los romanos que lo creían
agitador zelota, etcétera. 2) Por otro lado, están los textos en que Jesús
aparece como adversario de toda violencia y de toda resistencia política: a)
las parábolas de la no‑violencia, b) el amor a los enemigos, c) orden de no
usar la espada para defenderlo, d) rechazo enérgico de todo elemento político
en su misión divina, etcétera. En esta línea se puede afirmar que la gran
tentación que Jesús rechazó como satánica fue la de erigirse en líder político,
en jefe revolucionario.
La raíz común de las dos series de textos
contrapuestos está en la esperanza central de Jesús: la espera del Reino que va
a venir. Para Jesús, el Reino que va a venir, viene por obra de Dios antes que
por obra del hombre. Por eso, todos los fenómenos de este mundo deben ser
relativizados lo que no quiere decir minimizados, sino orientados al Reino
definitivo. Así, Jesús, al sacramentalizar al amor humano, lo relativiza, es
decir, muestra que tiene relación a una instancia más profunda, en que se
realiza el amor pleno y total. Esa instancia es el amor en Dios.
El temor a la afirmación de Marx, “la religión es el
opio del pueblo” ‑que históricamente ha tenido validez en muchos casos─ no debe impedir el percibir la originalidad
del mensaje de Cristo que es evidentemente escatológico (es decir, que mira el
fin de los tiempos). Helder Cámara, Luther King, y Camilo Torres, que con su
solo testimonio invalidan la objeción de Marx, si se le quiere dar un alcance
universal, nunca perdieron de vista que la revolución no significa la
instalación del Reino de Dios en la tierra, y que debe ser permanentemente
revolucionada y criticada desde la fe, hasta que el Señor vuelva. Ciertamente,
esa crítica sólo se podrá ejercer honestamente a los ojos de los hombres de
nuestro tiempo, desde adentro del proceso, participando de la acción
revolucionaria, aunque se la relativice en el sentido antes expuesto.
Por eso Cullmann señala que la esperanza del Reino
futuro (que no es de este mundo), que totaliza la perspectiva de Jesús no lo
aleja a Él de la acción en este mundo que pasa, y para este mundo que pasa.
Es evidente que Jesús se sitúa en una actitud crítica
frente a todas las instituciones existentes en su tiempo. Forman parte del
mundo pervertido que pasará y no tienen, por lo tanto, ningún valor eterno.
Jesús es el revolucionario más ambicioso de todos los tiempos, ya que no pretende
crear nuevas estructuras, no pretende acabar la explotación del hombre por el
hombre, no apunta a una sociedad nueva sin injusticias, sino que pretende crear
una nueva vida, un nuevo modo de existir absolutamente impensable para el
hombre, e imposible de alcanzar con sus solas fuerzas: la vida divina.
Es cierto que comenzar a vivir esta nueva vida traerá,
como consecuencia, cambios profundos en las relaciones humanas y posibilitará
la creación de una nueva sociedad. Pero Jesús no pierde el tiempo participando
en una acción que encare la destrucción de las estructuras corruptoras mediante
la violencia. Él no quiere desviar los corazones de su predicación que es el
Reino de Dios, que no es de este mundo. Se trata de un nuevo modo de existir,
insospechable para el hombre. Fue necesaria la Encarnación del Hijo de Dios
para que el hombre pudiera aceptarla. Así como el mono jamás soñó en
convertirse en hombre, la vida divina que Cristo trae al hombre resulta tan
desproporcionada a sus apetencias terrenas, que Theilhard llama el salto mortal
en la línea de la evolución: el paso del hombre a la vida transhumana, a la
vida cristificada.
Jesús cambia en el culto todo lo que se opone a su
radicalismo escatológico, todo lo que atenta ya, entonces, contra la nueva vida
que anuncia, vida que supone el sano desarrollo en libertad de la interioridad
del hombre. Cristo acaba con el culto alienante y exige un culto a Dios que se
traduzca en la liberación real del hombre. Por eso Pablo VI dice en su discurso
de clausura del Concilio del 7‑12‑71: “Nosotros, los cristianos, más que nadie,
tenemos el culto del hombre”. Y dice verdad. Porque en la enseñanza de Cristo,
el modo no ilusorio, no tramposo de glorificar a Dios, es el amor real y
comprometido al hombre: "Ustedes son mis discípulos, si se aman unos a
otros".
Jesús no reniega de la tradición. Elimina de ella los
elementos que impiden captar con pureza la radicalidad de su mensaje. Hoy
sucede algo parecido con las corrientes renovadoras de la Iglesia, que postulan
la socialización de los medios de producción y el advenimiento del socialismo.
Buscan su apoyo en la auténtica tradición de la Iglesia, desvirtuada en los
últimos siglos por el individualismo capitalista. Y esta auténtica tradición se
refleja ante todo en el Nuevo Testamento, que asienta por escrito las vivencias
de las primeras comunidades cristianas. Y allí se ve que, desde el vamos, los
primeros cristianos vivieron en comunidad de bienes. Mientras resonaban con
fuerza en sus oídos las enseñanzas del Maestro, prescindieron de la propiedad
privada individualista. A medida que se fueron alejando de su origen, este
rigor hacia la propiedad individual fue desapareciendo, aunque siempre en la
historia de la Iglesia existieron comunidades de hombres que mantuvieron una
distancia radical frente a la posesión de los bienes. Basta recordar a San
Francisco de Asís.
La actitud profundamente trascendente de Jesús lo
lleva a descartar todo lo que se oponga al mundo directo de su mensaje
escatológico, y lo llevó a enfrentarse con los defensores de la letra de la ley
y con los zelotes nacionalistas sectarios. Porque Jesús viene a anunciar el
plan divino no sólo a Israel, aunque reconoce su peculiar ubicación en la
redención, sino a todos. De ahí que su fraternal apertura hacia los paganos y
samaritanos escandaliza a los judíos, y en particular a los zelotas, cuyo odio
al extranjero era ilimitado.
Cuando los hombres de hoy luchan por extirpar las
clases que dividen a los hombres en explotadores y explotados, y se oponen al
neocolonialismo y al imperialismo, están reconociendo en la práctica, tal vez
sin advertirlo, la fuerza del mensaje que Cristo trajo hace dos mil años.
Los evangelios muestran con meridiana claridad que
Jesús estigmatiza sin piedad a los ricos y predica con inusitada violencia
contra la injusticia social. Jesús anuncia por un lado, que a la luz del Reino
que vendrá, la diferencia entre ricos y pobres es contraria a la voluntad
divina. Este juicio sobre el orden social de su tiempo es, como tal, un juicio
revolucionario. Pero Jesús como ya dijimos, no apunta a voltear el orden social
directamente. El exige otra cosa de sus discípulos: cada uno debe aplicar
individualmente desde ahora las normas del Reino futuro. Cada hombre, como
individuo, debe ser cambiado por la ley del amor. Jesús se preocupa por hacer desaparecer
en el individuo el egoísmo, el odio la injusticia, la falsedad.
Esta enseñanza de Jesús sigue siendo hoy
indispensable. Si todos los que hoy en la Argentina nos decimos cristianos,
realizáramos a fondo nuestra revolución interior, pasáramos de la injusticia al
amor, ciertamente que la configuración de nuestra sociedad sería otra. Y no se
daría, por ejemplo, el hecho escandaloso de que solamente en Buenos Aires haya
120.000 departamentos vacíos y más de 2.000.000 de personas viviendo en villas
miseria y conventillos. Sin hablar de "cristianos" con dos o tres
casas, que viven lo más “panchos”, ignorando la situación de miseria de sus
hermanos en la fe.
Es cierto, como ya antes quedó señalado, que el
Magisterio de la Iglesia enseña que la conversión del corazón, para no ser
ilusoria, supone hoy una acción política eficaz que busque eliminar las
injusticias estructurales. Y que sea natural que una profunda conversión del
corazón lleve al compromiso revolucionario, que busque acabar con la explotación
del hombre por el hombre como lógica consecuencia.
Ortega decía: "El hombre es él y su
circunstancia”. Después de Marx, esto no puede ser ignorado por los cristianos.
Y toda la enseñanza actual de la Iglesia exige atender ciertamente a la
conversión personal, pero simultáneamente a “la circunstancia", que en
ciertas situaciones puede ser determinante de las actitudes interiores.
Pablo VI señala en su Carta al Cardenal Roy,
refiriéndose a la insensibilidad social de los grandes empresarios, fruto de su
tren de vida: “Muchos involucrados en las estructuras y acondicionamientos
modernos están determinados por sus hábitos de pensamiento, sus funciones,
cuando no lo están, también, por la salvaguarda de sus intereses materiales”.
Es cierto, sin duda que la cuestión se resolvería por
sí misma si cada individuo se convirtiera tan radicalmente como Jesús lo exige.
Pero también es cierto que el condicionamiento estructural puede penetrar hasta
la interioridad de la persona e imposibilitarla para el cambio profundo. De ahí
que hoy resulta inseparable en el cristiano la conversión del corazón y la
acción política que busca la conversión de la sociedad.
Los primeros cristianos se tomaron en serio las
enseñanzas de Jesús. Por eso vivían en comunidad de bienes (Actos de Apóstoles
4,36-5,4). Y su testimonio hizo explotar la institución madre de la opresión
humana: la esclavitud.
Jesús fue condenado a muerte por Pilatos como rebelde
político, como zelota. Su mensaje trascendente resultó incomprensible, tanto para
la mentalidad teocrática y sectaria de los zelotas como para la mentalidad
pagana de los romanos, que se engañaron acerca de las verdaderas intenciones de
Jesús. Su esperanza escatológica, es decir, de la realización plena del reino
fuera del tiempo, llevó a Jesús a una actitud agudamente crítica frente al
poder romano que lo hizo aparecer como zelota. Y los movimientos populares que
suscitó su acción, indudablemente aparecían, ante los ojos de los romanos, como
levantamientos contra el orden establecido.
El Sanhedrín, como lo muestra el evangelista Juan
(Juan 11,48), al advertir que el movimiento popular a favor de Jesús se agranda
día a día, toma la decisión de denunciarlo como rebelde político a los romanos,
para que la acusación no recayera sobre él.
Cullmann demostró en su momento, en Dios y el César
que Pilatos no se limita a ratificar una pena aplicada por los judíos os, sino
que es el que eficazmente juzga a Jesús. En Getsemaní es la cohorte romana ‑y
no los judíos‑ la que apresa a Jesús. Es cierto que la responsabilidad moral le
cabe al Sumo Sacerdote y al partido del Sanhedrín (y no al conjunto del pueblo
judío), pero la responsabilidad jurídica corresponde exclusivamente a los
romanos.
Es cierto que Jesús es condenado por zelota, por revolucionario,
pero esta acusación de ninguna manera significa que Cristo fuera realmente
zelota, sino que su actitud trascendente, profundamente religiosa, escapaba a
toda posibilidad de comprensión por parte de los paganos.
En los Evangelios se ve con claridad que Jesús elude
los movimientos populares que suscita con su acción, sobre todo cuando el
pueblo trata de hacerlo rey (Juan 6,15) y los zelotas perciben que no quiere
adherirse a su partido ni hacer cansa común con ellos. Jesús se atribuye a sí
mismo la profecía de Isaías, que presenta al Mesías como el siervo de Jahvé,
como un varón de dolores, y considera como la tentación capital de su vida la
de erigirse como líder político. Esto queda sugerido en el episodio misterioso
de las tentaciones en el desierto. A la proposición del demonio de constituirlo
en rey señor del mundo, Jesús contesta: "Apártate, Satán" (Mateo
4,10). Y se resiste a ser llamado Mesías. Prefiere designarse a sí mismo como
Hijo del Hombre. Es realmente significativo que prefiera este título aun al de
Hijo de Dios. Para los cristianos que miran a Jesús con los ojos de la fe, éste
es un índice más de compromiso definitivo del Dios Hombre con los hombres.
Cuando se pretende usar la violencia para impedir su detención, se opone
enérgicamente. Y coherente con la afirmación de su mensaje trascendente,
responde a la pregunta de Pilatos: "Mi Reino no es de este mundo.
Un elemento original de su mensaje, tal vez el más
profundo, coloca a Jesús por encima de los antagonismos de su tiempo. El Amor a
los enemigos. Es cierto que, de suyo, el amor al enemigo. no excluye
necesariamente el enfrentamiento, incluso violento, con éste, en situaciones
extremas, como se ha dado tantas veces en la historia, pero Jesús traza las
líneas ideales de conducta, válidas para todos los tiempos y que suponen para
el cristiano en situación de lucha o aun de guerra una permanente tensión de
reconciliación.
Cuando El dice que no vino a traer la paz sino la
espada, de ningún modo está recomendando la guerra santa: constata que la
decisión que su mensaje exige de los hombres provoca disensiones entre ellos y
puede suscitar la persecución en sus discípulos. La historia reciente y actual
muestra cómo las palabras de Cristo tienen plena vigencia. Luther King, el
apóstol de la no‑violencia, es eliminado violentamente. Es que el mundo no
puede soportar el mensaje cristiano cuando se expresa con su fuerza original.
Las palabras de Jesús: "Si a mí me persiguieron, los perseguirán a
ustedes", son para siempre. Pueden dar buena fe de ellas los laicos,
obispos y sacerdotes de América latina, que por su fidelidad al Evangelio
sufren hoy las consecuencias de la violencia institucionalizada.
La actitud de Jesús en el Evangelio es de una profunda
unidad. El quiere afirmar a fondo la trascendencia de su mensaje, su
originalidad en un mundo cerrado en la inmanencia. Sin embargo, es fundamental tener en cuenta, como
lo señala Cullmann, que su actitud no puede ser traspuesta sin más a nuestros
días. Son muchos los teólogos que afirman hoy. Cullmann entre ellos, que en la
perspectiva de Jesús el fin del mundo era inminente y, por lo tanto, poco
importaba cambiar las estructuras de la sociedad. Es importante entonces, como
lo dijimos antes, no absolutizar al Jesús histórico cuando lo buscamos como
norma para orientar nuestra actitud frente al compromiso político y la
revolución. Para los cristianos, Jesús es el Cristo resucitado que, vivo y
lleno de fuerza sigue conduciendo a su pueblo a través de la Iglesia, de su
Magisterio y de la Historia. El cristiano de hoy, convencido de que estructuras
injustas dificultan la conversión del corazón, no debe olvidar jamás ,la
necesidad de la revolución interior. En la Unión Soviética se ha realizado una
revolución social y económica, qué duda cabe. Pero la burocracia parasitaria
que impide al pueblo una real participación en el poder político es una
realidad indudable. Por más revolución social que se propugne, y hoy es
absolutamente indispensable encararla en los pueblos del Tercer Mundo, será
necesario realizar el proceso interior de la conversión continua del odio al
amor para buscar el poder no para dominar sino para servir. Un no cristiano
genial de nuestro tiempo parece haberlo comprendido. Cuando Mao realiza la
revolución cultural y habla de la necesidad permanente de revolucionar la
revolución está postulando precisamente un cambio hondo del corazón, como
también lo exige Jesús.
Este trabajo de Cullmann es un aporte importante para
la reflexión de los cristianos, que hoy, tal vez con más seriedad que nunca,
asumen el compromiso político y la lucha revolucionaria porque comprende que el
Reino de Dios comienza ya en este mundo. Para no falsear su testimonio será
importante “o tener vergüenza del Evangelio" (Epístola a los romanos, I,
16) que siempre, en alguna de sus dimensiones, será considerado
"locura" por el mundo. Se trata de usar de las cosas de este mundo,
buscando su transfiguración, pero como “si no se las usara”. Esta tensión entre
estar en el mundo luchando por la liberación del hombre en todos los frentes.
sin ser del mundo, sin hacer de esta instancia terrena el destino definitivo,
es lo que Cristo exige hoy al cristiano, y éste es el desafío que debe asumir
sin claudicaciones para ser la sal de la tierra, más allá de su fragilidad e impotencia.
jueves, 29 de agosto de 2013
Característica de una Iglesia en las clases oprimidas. Leornardo Boff
La Iglesia no desempeña fatalmente una función conservadora (marxismo ortodoxo); por su ideario y orígenes (la memoria peligrosa y subversiva de Jesús de Nazaret crucificado bajo Poncio Pilato) es más bien revolucionaria. Por eso depende de determinadas condiciones y de su propia situación interna. Dado algún grado de ruptura en el bloque histórico, la Iglesia puede asumir un cierto papel al lado de las clases oprimidas en sus luchas contra la dominación, especialmente entre aquellos grupos sociales que se orientan según una visión religiosa del mundo, como es el caso de nuestro pueblo latino-americano. Estos grupos tienden a crear una “estrategia de liberación”, comenzando por elaborar una visión independiente y alternativa del mundo, contrapuesta a la de las clases hegemónicas. Esta condición previa es indispensable para crear las condiciones objetivas de transformación de su existencia oprimida. Si quiere leer más haga click
La violencia institucionalizada nos acosa por Eloy Reverón
Más allá de la minifalda, la píldora, los hippies y las canciones de protesta quedó el El Mayo Francés...
Pasión de Cristo desde la hermenéutica histórica por Eloy Reverón
La pasión y muerte de Jesús es el eje central de los relatos evangélicos. De allí se interpretan dos puntos de vista: Jesús de Nazaret murió por salvarnos de nuestros pecados y que fue ajusticiado a causa de su lucha por el ser humano y motivos políticos.
El tema es que su muerte tiene un significado histórico y un sentido trascendental, pero además, el significado teológico de su muerte. Tomando en cuenta estas tres perspectivas, Ignacio Ellacuría realizó un análisis de los relatos de la pasión de Cristo desde la hermenéutica histórica...
Chávez y la opción por los pobres por Eloy Reveron
En repetidas oportunidades apreciamos concepciones cristianas en el discurso del Presidente. La gente que no entiende la diferencia entre cristianismo y cristiandad se predispone a juicios errados de valor a la hora de advertir la imitación a Cristo al erigirse como líder de los excluidos, los pobres de la tierra a quien su suerte echó el poeta. El que abrió de par en par las puertas de la sinagoga para universalizar el judaísmo. El mesianismo hebreo en opción por los excluidos, la otra cara no reconocida como a alguien, el objeto de dominación. El profeta que llegó para anunciar la muerte del imperio romano.
Chávez irritó a alguien que subió a la red un video donde el Presidente insulta al Cardenal Urosa. Lo llamó Troglodita: habitante de las cavernas. El cardenal Urosa tiene derecho a seguir a la Iglesia de los Ricos y el Presidente a la Teología de la Liberación.... Si quiere ver más haga click
Chávez irritó a alguien que subió a la red un video donde el Presidente insulta al Cardenal Urosa. Lo llamó Troglodita: habitante de las cavernas. El cardenal Urosa tiene derecho a seguir a la Iglesia de los Ricos y el Presidente a la Teología de la Liberación.... Si quiere ver más haga click
Suscribirse a:
Entradas (Atom)